Redondela en Foto

Llegando mi mente a obsesionarse por temas banales comprendo si me paro un segundo que la arena bajo el mar es el lienzo más puro, que la salitre empapa las fosas nasales de bocanadas de aire limpio destapando surcos hundidos en fango y el batir de olas golpea cuerpos sin distinción. El mío, como tantos, bucea moribundo a la espera de un generoso trocito de inmensidad como regalo de bienvenida a una soledad esperada. Tan dentro y la vez tan fuera de este mundo cambio de nuevo la dirección zambulléndome decidida en las entrañas de la vida marina. Orgullosas caracolas  voltean sobre sí mismas exhibiendo sus diseños en una pasarela improvisada. Mientras los cangrejos se empeñan en volver al pasado ciertos peces atentos ocultan sus cuerpos ante la llamada de jirones de vapor y redes cazadoras. Otra vez han venido los hombres a molestar, otra vez consideran lícito esculpir banquetes de sangre pretendiendo ocultar su ignorada desnudez. En la orilla mis manos se descongelan con la arena y construyen castillos para habitantes de verdad, paralelamente el sonido de un megáfono no titubea al recordarme que estoy rodeada de puntitos de colores charlatanes adornados con cabeza y pies.