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Las religiones se han dedicado a dos objetivos fundamentales a lo largo de su historia: la respuesta a las que parecen las tres grandes preguntas(aunque no lo sean) y el ars vivendi, arte o manera de vivir.

Los primeros dioses fueron inventados simplemente por el prurito de conocimiento humano: ¿De dónde venimos? ¿Adónde vamos? ¿Qué somos? Primero fueron las explicaciones a través de la misma naturaleza. El dios lluvia, el dios Sol, la madre tierra... Un canto de alabanza y de religación (de ahí religión) con una naturaleza viva, violenta, caótica y en constante tensión, el polemos griego. Más tarde, todo fenómeno era explicado por decisiones arbitrarias de dioses especializados. Estos dioses eran proyecciones conscientes humanas, dioses que podían engañar a los humanos, que no los amaban, pero que disponían al ser humano de mayor tranquilidad: el mundo no era ya constante guerra, fisis, sino que estaba sometido a decisiones. Aquí empieza el porqué de las cosas. Al final, aparece el Dios judío, Dios de la Razón, que actúa según Logos, que crea un mundo sometido a leyes físicas eternas con un cierre causal irrevocable. El hombre ya está tranquilo. El caos se ha convertido en cosmos.

Además, este Dios dispone una ley moral estricta. El deber del ser humano es comportarse tal cual es, imagen y semejanza del mismo Ser supremo. La ley eterna unida necesariamente a una ley moral. Moral que afecta a lo más íntimo del alma humana, que no existe. Moral que afecta a lo más personal del ficticio Yo. Moral que afecta al sexo.

La Iglesia es absolutamente conservadora en temas como el preservativo o cualquier tipo de sexo que no sea en postura de misionero. ¿Qué habrán hecho los misioneros católicos para ganarse el Reino de los Sexos de esta manera? La tradición católica que ve el cuerpo como algo sucio ve las relaciones como algo sucio. Dice Woody Allen que sólo es sucio si se hace bien. Y se equivoca, porque de una unión de dos cuerpos no se extrae ninguna suciedad, a no ser que los mismos cuerpos estén sucios. Y eso es higiene, no sexo.

Parece mentira. Que la Iglesa católica apostólica romana está alejada de los practicantes y los fieles es algo que viene de la noche de los tiempos. ¡Pero es que se ha alejado de la Biblia! Según la Biblia, el cristianismo debe ser la religión occidental más liberal en el plano sexual. La parte esencial en este tema es la historia de Onán. Este hombre es castigado por Dios por la perversión de derramar su semen. Porque a Dios no le molesta la práctica sexual. Lo que le pone furioso es que se practique el sexo sin intención de procrear o con derramamiento de esperma. A Dios le enfada que el esperma sea desperdiciado. La enfermedad de Onán fue precisamente esa, eyacular fuera del cuerpo de la mujer.

La homosexualidad está prohibida en el cristianismo. Los homosexuales no entran en el Reino de los Cielos. Esa relación queda prohibida. Sin embargo, el sexo anal, oral o vaginal, así como el uso del preservativo u otros métodos anticonceptivos, es un acto moral lícito siempre y cuando se realice con intención de procrear y no se caiga ni una gota de semen al suelo. Si un hombre eyacula dentro del cuerpo de una mujer con intención de dejarla embarazada y se topa con una goma de látex, no peca, porque ha cumplido las dos condiciones sine qua non para ser sexualmente aptos para estar con Dios. Cualquier tipo de postura, fantasía o actividad es permitida con tal de que la eyaculación se produzca dentro. Al fin y al cabo, se trata de entrar en el Reino de los Cielos. Y sólo los ángeles sin sexo se pueden permitir ascender sin apoyarse en una pareja.

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